Un camino vacío que camina un niño sólo. Una imagen que puede tener muchos significados. En This is England (Shane Meadows, 2006), este camino vacío se ambienta en el verano de 1983 y el niño que lo camina es Shaun, que vive con su madre bajo la aplastante ausencia de su padre, fallecido durante la guerra de las Malvinas. Ese camino solitario puede parecer una oportunidad para el aprendizaje y el crecimiento, pero todo depende de lo que uno se quiera a sí mismo para saber apreciar encuentros enriquecedores o para huir de los dañinos.
Bajo la atmósfera decadente, gris y asfixiante en la que crece Shaun, interpretado de forma sublime por Thomas Turgoose, se hace necesario un marco de referencias, una dirección que de sentido al día a día. El niño con el que todos se meten por ser solitario necesita un grupo de amigos o, más bien, un grupo social en el que reflejarse, acomodarse y acurrucarse. El despertar de la adolescencia no calma su sed junto a una madre desorientada y deprimida.
Las intrigas de lo prohibido lo llevan a integrarse en un grupo de personas que desobedecen las leyes y van un poco más allá. Un poco más allá, que es la línea que traza un antiguo miembro de la pandilla que, justo por cruzar esa frontera, cumplió tres años de cárcel y acaba de salir. Justo a tiempo de recuperar su trono perdido, ahora en manos de otro amigo más mucho más preocupado por pasarlo bien que por perder el control ante los excesos y los extremismos racistas que comienzan a desestabilizar y escindir en dos el movimiento skinhead europeo por esas fechas.
Esa escisión toca de lleno a Shaun, que no puede permitirse el lujo no sólo de perder a su nueva familia, con la que comparte tiempo y uniforme, sino de ofender a ese padre que perdió y que ha suplantado de forma inconsciente por el líder recién salido de la cárcel y con serios problemas emocionales enmascarados en ideología memorizada de boca de otros. Y en el centro de toda la escena dramática, la autoestima, esa habitación de la mente y el alma humanas que lleva a denunciar los abusos o, en su defecto, a justificarlos bajo capas de pastoso maquillaje de fabricación propia. La que lleva a hacer daño para ganar un falso y efímero poder sobre los demás.
Tras el colapso, de nuevo el camino vacío. Y el niño lo camina solo nuevamente, ya sin un uniforme autoimpuesto. Ya sin abrazar ideas no reflexionadas por miedo a perder el sitio en el clan. Ya sin alimentar una amnesia sobre su pasado y su presente para ignorar a su madre y dar rienda suelta al odio hacia su entorno. Ya sin patria autoritaria que distorsiona identidades y anula las subjetividades. Ya sin padres impostados. Ahora camina con sus propios pies y recorre su propio camino. Como rima visual, la bandera inglesa, símbolo de la pérdida del sentido de los seres humanos frente a la dictadura de una masa de artificio, se ahoga inerme en el lago, sin pedir ayuda a nadie.