Mucho se habla en la red de las bondades y de los peligros de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC). En las últimas décadas, la revolución de las audiencias y la evolución tecnológica han deparado un escenario nuevo en el que cada vez es más fácil expresarse y compartir información. Y, por ende, comunicarse con los demás, cooperar en acciones comunes, contrastar criterios y formar una impresión independiente de la realidad que nos rodea.

La Educomunicación surge en América Latina hace más de 40 años como un enfoque de estudio a partir del cual avanzar hacia la emancipación expresiva de las personas, para construir una voz crítica frente al monopolio mediático de los centros de producción de mensajes masivos, como la televisión. A continuación, comparto un vídeo que resume esta perspectiva académica, moderado por Roberto Aparici, en el canal educativo de la UNED:

Es evidente que las cosas han cambiado en el ámbito del aprendizaje no formal, dando lugar a la llamada sociedad del conocimiento en un mundo en constante cambio, líquido, caracterizado por la facilidad con la que viaja y se intercambia la información. El universo digital ha liberado a la información y el conocimiento de sus soportes físicos tradicionales (del libro al blog, de la carta al email, de los átomos a los bits). Este fenómeno ha propiciado el surgimiento de internet y ha multiplicado la interacción de las personas de forma virtual, ofreciéndonos mayor autonomía y opciones de personalización de la búsqueda de información. En la actual cultura de la participación, cualquier usuario de la red puede comentar, aportar y aprender de los demás en distintos foros, en cualquier momento y desde cualquier lugar. Es la llamada Educación Expandida: Cursos online, vídeotutoriales en YouTube, ideas, mensajes, opiniones en redes sociales, comunidades virtuales de aprendizaje: la interconectividad de las personas que crean, cocrean, remezclan, comparten y consumen conocimiento ha moldeado un nuevo ecosistema comunicativo en el que la interactividad del usuario es la clave. Ante tal sobreabundancia de contenidos, las personas deben saber qué quieren aprender, cómo, con quién y para qué.
La Educación hoy en día cobra una gran importancia desde el punto de vista de la Comunicación. Es sabido que hay muchas iniciativas políticas para dotar a los centros de nuevas infraestructuras tecnológicas y para enseñar a las personas a usarlas. Sin embargo, lo importante es aprender a expresar de forma original gracias a los nuevos medios y a interpretar los mensajes de forma crítica. A modo de ejemplo, podríamos decir que más allá de “adiestrarse” en cómo funciona el teléfono inteligente, cómo se pulsa el botón de llamada o el de colgar, cómo se configuran las opciones y se interactúa con las distintas aplicaciones, lo verdaderamente relevante es saber comunicar de forma comprensible y eficaz mediante el dispositivo: interpretar los mensajes entrantes, elegir y gestionar las redes para cooperar con el entorno y desarrollar un juicio crítico que permita tener autonomía y poder en forma de conocimiento para seguir aprendiendo a lo largo de toda la vida sin dependencias externas.
La tecnología audiovisual ocupará, según algunos informes, más del 80% de la cuota de la información total publicada en redes en 2018. Sin embargo, el reto educativo no está en saber grabar y editar un vídeo, sino en utilizar la narrativa audiovisual como vehículo expresivo que permita al emisor/receptor ser parte activa del debate participativo interconectado. Empoderarse y caminar hacia un mundo más justo y sostenible gracias a los recursos tecnológicos de la web y la inteligencia colectiva. En definitiva, desde la Educomunicación estudiamos y diseñamos diversos escenarios de aprendizaje activo en los que las narrativas y tecnologías audiovisuales no sean un fin en sí mismas sino los instrumentos de participación cooperativa que demandan las nuevas generaciones de prosumidores.