Hoy he tenido una curiosa coincidencia: mientras la prensa se hace eco del centenario de la muerte del cineasta Orson Welles, yo trabajo en el quinto tema del curso “Documental! Nuevas tendencias, nuevos formatos!, que la Universidad Carlos III ha elaborado en EdX, la conocida plataforma de Cursos Masivos Online (MOOCS). Y, ¿qué me encuentro?: un programa de radio conducido por el propio Welles en el que adapta al lenguaje radiofónico y periodístico la novela La guerra de los mundos (1938), de H. G. Wells. La emisión recrea todos los acontecimientos y los retransmite en riguroso directo una apocalíptica invasión alienígena, incluyendo conexiones especiales con los distintos “actores” del suceso.
Aquí pueden escuchar el programa en inglés.
El impacto de la retransmisión fue muy potente y causó pánico entre los radioyentes que creían sin dudar en las informaciones de su transistor. Es conocida la tendencia que existe de dar validez y verosimilitud a las informaciones que provienen de los medios masivos, independientemente de su contenido. Por esta misma razón, este fenómeno mediático sirvió de ejemplo satírico de manipulación comunicativa masiva y supuso un claro referente para sucesivos formatos relacionados con el falso documental o mockumentary.
Sirva esta entrada para valorar el poder emocional de las historias y cómo son usadas de distintos modos para cautivar, alertar o infundir miedo a la población. Por ello, es de vital importancia que las personas aprendan a deconstruir estos mensajes precisamente con el objetivo de comprenderlos por dentro y adquirir los conocimientos necesarios para poder construirlos según sus necesidades e intereses particulares.
En este sentido, recuerdo otra anécdota de hace unos años. En la Casa América en Madrid, asistí con una amiga colombiana a la proyección de un documental de Luis Ospina, Un tigre de papel (2007). Durante la película, conocimos las distintas etapas de la vida de Pedro Manrique Figueroa, desde 1934 hasta 1981. Los distintos escenarios sociales, artísticos y políticos que nos mostraba el realizador colombiano iban dando cuenta de los profundos cambios y transformaciones de la época, tan convulsa y truculenta.
Al término de la película, el propio director, presente en la sala, preguntó a los asistentes si habían conocido al protagonista: muchos asintieron. Evidentemente, la mayoría conocía de primera mano o, al menos, había oído hablar de los lugares concretos y de las situaciones por las que se contaba que transitó Pedro Manrique Figueroa. Además, los testimonios aportados durante la peli por sus supuestos amigos y familiares apoyaban inequívocamente toda su odisea. En definitiva, todos nos maravillamos cómo el artificio narrativo y retórico de inventar un personaje que encajaba de forma arquetípica en los distintos contextos sociopolíticos de toda una época funcionó para resumir de una forma convincente y eficaz las transformaciones de aquellos tiempos hasta el punto de “hacer real” un personaje ficticio. Cosas del cine y su magia.
Aquí pueden ver (mientras dure el enlace) la película Un tigre de papel (Luis Ospina, 2007):